Por Pablo Romera (@pabloromera)
Te vas a acostar raro, nervioso, sabiendo que algo puede pasar. No te dormis profundamente, escuchas el primer trueno y te levantas. Son las 4 de la mañana y llueve muy fuerte, pasan los minutos, horas y no para. Miras por la ventana y ves como las calles se van cubriendo de agua. Sigue pasando el tiempo y la lluvia cada vez es más fuerte. Los trapos de la puerta ya no paran nada, el agua empieza a entrar a tu casa. Desesperado empiezo a buscar algo para que lo frene, pero es inútil, viene con mucha fuerza. Subo todo lo que tengo a las mesas, sillas, muebles y mesadas.
Se corta la luz y todo se hace más difícil. Agarro el celular, intento comunicarme con mi familia, pero ya no anda nada. Prendo la linterna, pongo a mi hijo en un lugar seguro y con Vicky empezamos a sacar el agua por atrás, la puerta del frente no se puede abrir, afuera hay un metro de agua y un río de barro, palos, bichos y muchas cosas más, haciendo fuerza para entrar. Sigue lloviendo, cada vez más fuerte. Mientras sigo sacando agua, pido por favor que pare de llover, la respuesta son más truenos y más lluvia.
Entran algunos mensajes de WhatsApp, intento contestar y quedan ahí, la batería se va agotando. La camioneta de mi vecino que está en la calle se va tapando con el agua, ya no se le ve la patente y los postes y ramas que trae el agua quedan enganchadas en el paragolpes. De repente, para de llover. Vuelvo a mirar el celular y en uno de los tantos grupos, alguien dice que se acerca otro frente de tormenta, todavía quedan más de 100mm de lluvia. No lo puedo creer, miro por la ventana y el cielo estaba negro. A los pocos minutos empieza a llover de nuevo, saco fuerzas no sé de donde y vuelvo a sacar agua que viene de la calle con barro, cruza el living y se va por el patio. La lluvia se transforma en llovizna y es la mejor noticia en las últimas 12 horas.
Miro el celular, menos de 30% de batería, solo hay 3G y después de muchos años vuelvo a usar el SMS, es la forma más directa para saber qué pasa. Empiezo confirmar que mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo están bien. El agua empieza a bajar, podemos sacar el barro de la cocina y el living, pero no podemos salir a la calle. La tensión se siente en cada dolor muscular y de cabeza, calentamos agua y nos sentamos a tomar un mate. Alfonso, mi hijo de 2 años, sigue algo asustado por los truenos, pero está muy bien. Miramos por la ventana y le cuento que la lluvia llenó todo de agua y no podemos salir.
Voy al garaje, prendo el auto para cargar el celular. Cae la noche, comemos algo de lo que quedó en la heladera antes de que se ponga feo, apagamos las velas y nos acostamos. Amanece sin nubes, viento y algo de sol, un alivio dentro de tanta angustia. Seguimos sin luz. Mi papá nos viene a buscar, deja el auto a 1 cuadra y camina por el barro hasta llegar a casa, me cuenta todo lo que vio en el camino, está a punto de llorar. Hacemos un bolso con lo básico y nos vamos con Vicky y Alfon a su casa.
Lo que vemos en las calles es tremendo. Autos apilados como si fuesen de juguete, montañas de barro y ramas por todos lados, sillones y electrodomésticos inservibles tirados en la vereda, negocios con sus vidrieras destrozadas, mercadería que no se va a poder vender, vecinos y comerciantes solidarios que prestan sus generadores para que otras personas puedan cargan sus celulares. Lo que veo es peor que aquel 16 de diciembre del 2023, un golpe muy duro, pero sé que nos vamos a levantar.
Foto: Gentileza Sebastián Lobos