“NADAR” es el verbo intransitivo que significa “avanzar en el agua [una persona o un animal] haciendo los movimientos necesarios con el cuerpo y las extremidades, sin tocar el fondo ni otro apoyo”. Popularmente se cree que todos los perros saben nadar, pero esta afirmación no se ajusta a la realidad.
Lo que ocurre es que todas las
razas tienen el instinto de utilizar sus patas y moverlas para mantenerse a
flote y no hundirse; hacer el “perrito” como nos dicen a las personas cuando
somos pequeñas. Pero eso no significa
que los perros sepan nadar, y por ello, encontramos razas con destreza
nadadora innata, razas con capacidad para aprender y otras, tan torpes o
limitadas, que pueden poner en peligro su vida si lo intentan.
Sea cual sea la raza de nuestra
mascota, no hay que descartar que de vez en cuando se dé un chapuzón, ya
que la natación es un buen ejercicio físico y una forma ideal de pasar un rato
divertido y refrescante. Siempre, claro, que se lleve a cabo de forma segura -
en un entorno controlado y supervisado - y el perro disfrute y no se convierta
en una experiencia estresante. La natación es una actividad perfecta para
eliminar el sobrante de energía acumulada y, evitar así, que se convierta en
ansiedad. El animal que se refresca y lo
pasa bien, gana en relajación y buen humor. No obstante, nunca deberemos
forzar a un animal temeroso porque obtendríamos el efecto contrario al deseado.
Si el mar, la
piscina, el río o el estanque forman parte de nuestro entorno habitual, será
conveniente que acostumbremos a nuestra mascota desde su etapa de cachorro
(a partir de los 12 meses), poniéndolo en contacto con el agua y convirtiendo
el baño en un momento de juego. La seguridad y la tranquilidad del animal son
irrenunciables, por lo que, si la situación lo requiere, podremos utilizar
alguno de los modelos de flotadores salvavidas para perros que existen en el
mercado.
A medida que llega el calor del verano, la tentación de
darse una zambullida aumenta y, aunque puede parecer inofensiva, existen
riesgos acuáticos ocultos que deberíamos vigilar. En el agua de los espacios naturales habitan organismos y parásitos que
pueden contagiar a nuestra mascota.
Es recomendable evitar las aguas tranquilas o estancadas, y
favorecer los ríos de movimiento lento o zonas de mar poco profundas, donde las
infecciones por parásitos son menos persistentes. Un buen consejo que aplicar
es llevar siempre a mano agua dulce para que nuestro perro beba y evite la
tentación de ingerir agua durante el baño. Como medida adicional, será
recomendable que después de nadar, bañemos a nuestro perro con agua limpia que
retire cualquier residuo nocivo que haya podido adherirse a su piel y pelo. En el caso de utilizar una piscina, tras
la sesión de natación deberíamos secarle los oídos y los ojos para evitar la
irritación que, a veces, causa el cloro.
Con antelación a la temporada de baños, conviene actuar
sobre nuestros peludos acudiendo a nuestro veterinario de confianza para
solicitarle que nos haga un plan preventivo adecuado que incluya la Doble
Protección Mensual frente a parásitos en perros internos y externos: protegiendo también a nuestra mascota de
gusanos, pulgas, garrapatas y otros ácaros.