Por Rubén García (@ruben.garcia76)
¿Te das cuenta? Volvimos a vivir en los 90s dice la canción de El Kuelgue y lo refleja una pared grafiteada en Guemes al 300 que pica en punta entre las pintadas callejeras más subidas a Instagram en los últimos años.
¿Cómo sería volver a vivir en los 90s si habláramos de música en nuestra ciudad? Sería ir a ver recitales en los colegios, como la Media 3, el Ciclo Básico o el desaparecido colegio Pedro Goyena, sería encontrarte en "Jazz entre amigos", ir a "El Cofre" o caer en "Kasarock" donde seguro te ligabas un abrazo del recordado Palito Corbera. Así era vivir en los 90s.
Transitar esa década era ir a ver a Guacamole Clown, Phorante Janté, Los Corleone, Pobres Mendigos, Bob y Las Aspirinetas, Omega, Los Atlantes, Los Asuntos, La Gamuza, La Resaca, La Unión de los que caen, Assacris, Neurus.
Pensar en los noventa es caer en Diciembre a la Feria de la Cultura donde Serebrios tocó un montón de veces (o eso es lo que creemos) pero que también recibía a distintos géneros como el rock, el folclore, jazz, tango y artesanos o gente que tenía cosas para vender, lo que ahora llamamos emprendedores.
Apelar a la memoria emotiva puede traer recuerdos confusos o difusos pero inolvidables, como recordarme subiendo las escaleras de Fm de la Calle para ir a ver a Los Pro fetas de Jamón y quedar impactado con un gigante Fabricio Pérez y el bajo colgando de su gigante cuerpo reduciéndolo al tamaño de un charango en lo que iba a ser más de una hora y media de música ininterrumpida, o viajar a Ingeniero White (si, era un viaje en esa época) para disfrutar en escena a Mariano Porras, rubio pelilargo y con una hermosa Les Pauls blanca al frente de Rockas en Mi Sangre, Los Ratones Paranicos que nos tocaron por padrón.
Y así puedo hablar de la Plaza Rivadavia, alguna fecha en el Teatro Municipal, un reci punk en el Partido Obrero de la calle Saavedra y distintos garages que se convertían en salas de ensayo. Todo muy 90s.
No me quiero poner en dinosaurio nostálgico diciendo que los 90s fueron mejores, que ahora no hay lugares o mística o que las bandas son mejores o peores, pero hay algo del NO registro que lo hace más romántico. Todo lo que recordé puede ser solo objeto de mi imaginación, en parte, puede ser exagerado y solo puede ser constatado o validado por otra persona que le puede pasar lo mismo que a mi. En los tiempos que corren todo está documentado, no hay recital que no quede inmortalizado en 50 fotos y 10 videos, de mínima y el factor recuerdo tiene sustento, no da margen a la equivocación.
Los 90s no van a volver y ¿Sabés qué? Mejor, ya no sería lo mismo.