Después de un infarto de miocardio, el cuerpo parece enviar
una orden insospechada: dormir.
Según un innovador estudio del equipo de Mount Sinai,
publicado en Nature, el corazón y el cerebro se comunican tras el ataque cardíaco
para aumentar el sueño profundo, activando un proceso de recuperación interno
que va más allá de cualquier tratamiento convencional.
Durante esta fase de sueño de ondas lentas, el cerebro
colabora con el sistema cardiovascular para reducir el estrés y la inflamación,
un mecanismo de defensa natural que, según los investigadores, ayuda a sanar el
corazón.
Pero la importancia de dormir no termina ahí; el estudio
señala que una buena calidad de sueño en las semanas posteriores al infarto
podría reducir significativamente el riesgo de nuevos problemas cardíacos.
Es por eso que las personas que descansan mejor tienen menos
probabilidades de recaer, mientras que quienes duermen poco duplican su riesgo
de sufrir complicaciones.
De este modo, el sueño se posiciona como un pilar crucial en
la rehabilitación y recuperación del corazón.