En el mundo biológico, los ritmos circadianos sincronizan
los procesos internos del cuerpo con el ciclo de 24 horas y marcan el momento
ideal para funciones como dormir, comer y combatir infecciones.
Además, no solo regulan estos patrones básicos, sino que
también influyen en la actividad de las células inmunitarias.
Ahora, un reciente estudio desentrañó cómo estas
fluctuaciones afectan al equilibrio de la temperatura corporal y al
metabolismo, además de la capacidad de procesar y almacenar grasa.
El hallazgo más relevante del trabajo es el papel de la
molécula inmune IL-17A, presente en el tejido adiposo y reguladora del
almacenamiento de grasa.
El equipo de científicos, liderado por la profesora Lydia
Lynch de Trinity College Dublin y publicado en Nature, descubrió que esta
partícula cumple un rol esencial en la función metabólica, influenciada por un
reloj molecular que controla su producción de forma circadiana.
Es decir, que su presencia en las células de grasa ayuda a
regular cómo el cuerpo gestiona sus reservas de energía y sigue un ciclo diario
que coordina sus funciones.
Esto lo detectaron mediante experimentos en ratones, que
demostraron que la falta de genes del reloj molecular en estas células afecta
la capacidad de procesar y almacenar grasa, además de alterar los patrones de
regulación de la temperatura corporal.
Estos resultados abren la puerta a avances prometedores en
el tratamiento de la obesidad y otros trastornos metabólicos; ya que aunque la
relación entre el sistema inmune y el metabolismo ya había sido explorada, este
estudio destaca cómo un desajuste en los ciclos circadianos de moléculas
impacta en el organismo.
Un aspecto esencial para aquellas personas con rutinas
diarias irregulares.